Salió entonces del santuario una mujer llamada Almitra. Y era una vidente.
Y él la miró con gran ternura, ya que había sido la primera en buscarle y había creído en él desde el primer día en que llegara a la ciudad.
Y ella le saludó, diciendo:
Profeta de Dios a la búsqueda del infinito, cuántas veces has escrutado el horizonte en espera de tu navío.
Y ahora tu navío ha llegado, y debes partir.
Honda es tu nostalgia del país de tus recuerdos y de la morada de tus mayores deseos; y nuestro amor no quiere estorbarte ni nuestros deseos retenerte.
Una cosa, sin embargo, te pedimos antes de que nos dejes: que nos hables y nos des de tu verdad.
Y nosotros la daremos a nuestros hijos, y ellos a los suyos, y tu verdad no morirá.