Los verdaderos viajeros son aquellos que viajan por viajar, dicen algunos, no por huir, pero el que esté exento de huidas que arroje la primera ancla. El deje, el acento y la gestualidad traicionan más que la indumentaria y la educación, la extranjería. La del expatriado tiene algo de la lengua del límite, la de los niños, la de los locos, también la de los poetas. En Prender de gajo la búsqueda del resplandor viene de ahí.
Elaborado a la manera de un patchwork, y cruce de crónica, balada y cantiga, Prender de gajo atesora frases, retazos, palpitaciones... a lo largo y ancho de días, vías y lecturas; en suma: "esta vida desordenada, esta poesía que es la mía", en palabras de la autora, quien procura "como una alquimia precisa que va más allá del misterio evocar el tiempo de florecimiento del primer asombro".