Entre 1920 y 1930 al cineasta le gustaba hacerse el teórico de su arte. Hoy (después de Pagnol) parece haberse perdido ese gusto y, si los cineastas se explican, ninguno de ellos se interesa por sacar de la práctica de su arte ese conjunto coherente de principios que define una teoría. Salvo quizá Bresson, cuyas declaraciones van siempre en el sentido de la generalización y de la formalización de descubrimientos particulares. Haciendo films, Bresson realiza el cine. Sus elecciones son ucases.
Admirador de Bresson, autor de varios cortometrajes, profesor del Cours Littré (que prepara para las grandes escuelas de cine), Noël Burch es el único después de Bazin que se ha propuesto una teoría, sino un examen sistemático y no normativo del cine a partir de su ontogénesis. Henos pues, alejados a la vez de las utopías desalentadoras (las teorías) y de las formas recientes de análisis que repercuten sobre el cine, las disciplinas metodológicas salidas de la lingüística. He aquí el cine cogido en lo más próximo a sus elecciones reales (prácticas), es decir, al corte, al raccord, a las entradas y salidas de campo y a la realidad artística que estas elecciones determinan. Quizá este libro suscite una orientación más exigente de la reflexión sobre el cine. El camino es fecundo.