La tristeza, la añoranza, la belleza de aquella silueta delgada que teníamos enfrente, ¿de dónde venían si no del hecho de que no era un hombre? Porque nosotros le habíamos llevado a Henia, como una mujer a un hombre, pero él aún no lo era no era un macho. No era un amo. No era un señor. Y no podía poseer. Nada podía ser suyo, no tenía derecho a nada, era aquel que debe servir y someterse.
W. G.
Pornografía. Dos señores mayores se ven arrastrados hacia abajo... hacia la carne, los sentidos, la adolescencia... Al escribirlo, no me sentía del todo bien. Pero la física me era necesaria, incluso indispensable, como contrapeso de la metafísica. Y al revés: la metafísica clamaba por el cuerpo. No creo en la filosofía no erótica. No me fío del pensamiento que se libera del sexo...