Para el autor, ya en 1931, coincidiendo con la proclamación de la Segunda República, se inicia en España un proceso revolucionario de izquierdas que, lejos de trabajar por la implantación de la democracia en un país que no la conocía, combate denodadamente por hacerse con el poder y rechazar frontalmente las expectativas de otras facciones ideológicas.
Se instauró así una «democracia poco democrática» que lleva a afirmar a Payne que la revuelta militar del 18 de julio de 1936 no fue una rebelión contra la democracia porque como tal ya no existía en España.