Con la desgarradora cifra de más de cuatro millones de parados, el mercado laboral español es una aberración en cuanto a desempleo y precariedad laboral.
Desde finales de los años setenta del siglo pasado la tasa de paro española ha estado entre un cinco y un diez por ciento por encima no sólo de la de los países europeos más desarrollados, sino también de la de muchos países del tercer mundo.
Este desastre, sin parangón en Europa, no obedece a causas estrictamente económicas: la mayor parte del paro es estructural, es decir, es consecuencia de leyes que lo provocan, de instituciones que lo impulsan, de prácticas perversas que lo mantienen y de un sistema educativo disfuncional que es una auténtica máquina de generar parados.
Para evitar quedar descolgada del primer mundo, España necesita hacer reformas profundas, tanto en el mercado de trabajo y las leyes que lo regulan, como en el sistema educativo actual.