Según el autor, las democracias occidentales, cualquiera que fuese el signo de su Gobierno, han estado fuertemente influenciadas por los sistemas liberales. Sistemas que se basan en un evidente error, como es que el mercado se autocorrige o autorregula, cuando lo cierto es que requiere la intervención del Estado para evitar la deformación de aquél. A lo que debe añadirse el desarrollo de una política de fomento del consumo que ponga en marcha los procesos de producción paralizados, a fin de conseguir un sentido social del mercado.