La mejor poesía de Pedro Calderón de la Barca no se encuentra en sus pocos poemas sueltos, sino en los versos que pueblan su producción dramática, riquísima en valores poéticos. Nacido en 1600 y fallecido en 1681, la obra de Calderón cubre buena parte del siglo XVII y representa a la perfección los valores de nuestra literatura áurea en su cenit, tanto en la técnica dramática como en la impecable y perturbadora factura de sus versos. Acercarse a su poesía es trabar contacto con un mundo retórico en el que lo humano se muestra en toda su plenitud, desde los sentimientos más sofisticados a las más borrascosas pasiones. Todo ello templado en el yunque de la excelsitud literaria, con la música inimitable y personalísima que emana de la voz poética de don Pedro, única y señera entre todas las de la centuria barroca.
Ha sido un poeta, Luis Alberto de Cuenca, autor, entre otros libros, de La caja de plata (Renacimiento, 1985) y Cuaderno de vacaciones (Visor, 2014), quien ha rescatado al Calderón poeta del olvido para confeccionar esta antología, única en su género y lista para seducir, por su modernidad ucrónica, a los lectores del siglo XXI.