En la actualidad la mayoría de estos poetas y escritores escriben dentro de un contexto social en cual se ha anunciado el agotamiento de los grandes discursos de la modernidad, y por ende, también, del fenecimiento de las grandes propuestas estéticas de la modernidad que desde los años aurorales del romanticismo, acabarían en su variante más radical y extrema que vienen a ser las vanguardias literarias europeas de la primera mitad del siglo XX. El afán de novedad y la búsqueda de originalidad en forma compulsiva, agotaron estas propuestas literarias de la era moderna para dar paso a un escenario posvanguardista en el cual predominaban los discursos eclécticos y acríticos de la posmodernidad. Este quiebre de paradigmas poéticos y literarios derivó en la búsqueda de nuevas propuestas literarias que hallaron su renovación en una estética del pastiche. Todo ello se enmarca dentro de la dictadura del mercado editorial que operan bajo criterios de lo que es «correcto» comercialmente editar. Hay que agregar que en esta época el papel gravitante de la poesía y de los escritores en la esfera pública decayó notoriamente. Todo ello ha posibilitado la creación de una gaseosa posvanguardia experimental que cae en una nihilista pirotecnia verbal, carente del sentido y del fundamento que sí tenían las vanguardias literarias de la modernidad, que es el sentido crítico. Por crítico entiendo, no una crítica valga la reiteración discursiva social, sino una visión personal, distinta y autónoma del creador, en este caso del poeta frente a las leyes, ideologías y reglas del mercado editorial mercantilizado