Nacido en Cumaná en 1890 y muerto en Ginebra en 1930, la vida de Ramos Sucre está marcada por un insomnio despiadado y una entrega al estudio de la literatura y de los idiomas que no tiene parangón en su época. Su angustia final, trastornado por una dolencia sin cura, le arrastrará al suicidio: fin prematuro para una existencia de caballero tan discreto como erudito, tan solitario como sociable, que ejerció como profesor, traductor y diplomático, y cuya obra, inclasificable, fue reivindicada por las nuevas generaciones de poetas venezolanos que vieron en Ramos Sucre al precursor de la poesía moderna en su país.