Eva está a punto de embarcarse en un viaje en solitario, soñado hace quince años, a través del cual recorrerá parte de la geografía de Perú. Es 13 de abril de 2011. En el aeropuerto se despide de su familia, dejando atrás toda suerte de comodidades. Lleva por equipaje una mochila, algo de dinero, un diario, la cámara de fotos y la necesidad de caminar sola y en silencio. Es un viaje de esos que se sienten en las entrañas, en la piel y en el alma, de búsqueda y de encuentros. Lejos de cualquier referencia conocida, irá tomando contacto con un país místico, acogedor y mágico.
A través de las páginas de su diario, nos adentraremos como lectores en su vivencia, de tal manera que podremos sentir con ella la caricia del sol de Perú, deleitarnos con los azules intensos de su cielo diurno y sus noches adornadas por millones de estrellas. La autora nos narra de manera sencilla e íntima cómo van sucediéndose los días en esta aventura, que poco a poco la irá transformando. Galopará a lomos de Espíritu, a 4000 m de altitud, contemplando los grandes nevados que se alzan custodiando los valles andinos. Caminará hasta sentirse exhausta por senderos por los que transitaron los incas y sentirá en sus huesos y en sus músculos el gélido frío de la noche en los Andes, donde cada paso se convierte en una conquista. Se adentrará en la selva amazónica por caminos imposibles. Allí tendrá la oportunidad de abrir todos sus sentidos a través de una experiencia chamánica que la hará entrar en contacto con el mundo de las plantas sagradas y donde pondrá a prueba su templanza y su cordura, hasta vivir los límites de la resistencia mental, física y emocional.
Y cada noche, extenuada, desbordada de sensaciones y con el aprendizaje de cada día, buscará en su recuerdo el contacto con sus seres amados, que la esperan al otro lado del océano, hasta poder sentirlos en un abrazo cálido que la llevará de vuelta a casa.