Inmerso en las situaciones más inusuales, exacerbadas por la falta de sueño y los alucinógenos, y siempre a punto de precipitarse hacia la locura y el paroxismo, Satrústegi plasma sin remilgos las tenebrosas cloacas de su mente perturbada, que salta sin pudor de la Escuela de Frankfurt a Galactus, de los payasos de Micolor a Ligeti en sus razonamientos.
La corrosiva fuerza imaginativa a la que nos tiene acostumbrados el director de El día de la bestia y La comunidad encuentra terreno fértil en los delirios aberrantes de este poeta desquiciado, devorado por la rabia y la nostalgia. Álex de la Iglesia hace gala de un humor negrísimo y fuertes dosis de envenenada mala fe en este desternillante descenso a los infiernos, donde conviven tranquilamente la cultura popular y la alta filosofía.