Al vino que se evapora durante el proceso de envejecimiento en barrica se le llama «la parte de los ángeles». Es el peaje que garantiza un buen caldo. De la misma manera, los años que perdemos tras las rupturas son necesarios para convivir con un nuevo yo. Quizás, con un nuevo nosotros.
Irene, su hija Candela y Nicolás, su nieto de apenas tres años, han alquilado una casa en San José por una temporada larga. Irene, profesora de violín, ha dejado su trabajo para poder ocuparse de su hija, a quien su marido maltrata. ¿Por qué San José? El pequeño pueblo almeriense cercano al cabo de Gata siempre ha sido un refugio para Irene, el lugar que ha considerado su hogar tras una vida llena de viajes, países y ciudades.
Irene era una excelente violinista que dejó la casa de sus padres en Madrid por una beca en Rotterdam. En Holanda no solo creció como concertista, allí conoció y se enamoró de Ricardo, su marido durante veinte años, con el que recorrería medio mundo y quien, hace cuatro años, la dejó por una mujer más joven. Cuidar de su hija es una oportunidad para detenerse y pensar, para recordar su vida, para dejar de culparse y de culpar, para abandonar el rencor que todo lo enturbia y poder comenzar una vida nueva. Esa que, sin esperarlo ni desearlo, parece estar llamando a su puerta desde el otro lado de la calle.