El lector entra en el libro con suavidad, llevado por una prosa sencilla y luminosa. Son historias breves, pero llenas de humor y de optimismo cristiano. Se habla de prostitutas que, si les tocaran millones a la lotería, los darían para los niños pobres. O del Ministro de Agricultura, en el Paraguay de Stroessner, que cuando una comisión internacional le recomendó tener cuidado con el monocultivo, respondió públicamente que él sabía muy bien cómo enfrentarse a los monos, a tiros y nada de trampas ni productos químicos. O del bigotudo policía municipal que insultó gravemente a un conductor por equivocarse de calle y luego resultó que dicho conductor era el Juez de Primera Instancia de aquella ciudad. O de la joven madre de Somalia, que devolvió los tres caramelos que le habían dado para su hijo, cuando el hijo murió. O de cómo se arreglaban tres albañiles españoles en Londres, para decir en inglés el nombre, dificilísimo, de la estación de Metro a la que iban. O del preso que no se suicidaba para no darles ese gusto a quienes no lo podían ver...
Después de cada anécdota, se sugieren algunas ideas para meditar sobre lo que se ha leído y así acercarse más a Dios o aprender algo importante sobre psicología o sobre educación.
Un libro delicioso.