Como si creara un mecanismo de precisión, Arthur Miller ensambla los elementos de esta tragedia en que se cruzan carácter y destino, traición y culpa, y que, como señala Eduardo Mendoza en el prólogo escrito especialmente par esta edición, enfrenta al espectador (o al lector) a un constante dilema; enjuiciar una conducta que sabe censurable, pero que difícilmente puede condenar sin reservas.