Cuando en 1946 Hingorani le pidió permiso para publicar los «pensamientos», él replicó: «¿Qué tienen, que tan deseoso estás de publicarlos? Si quieres editarlos, hazlo después de mi muerte. Este tipo de escritos no suelen aparecer en vida del autor. ¿Quién sabe? ¡Puede que ni yo mismo sea capaz de vivir conforme a lo que he escrito! Pero si me mantengo fiel a ellos hasta el último instante de mi vida, entonces, y sólo entonces, merecerá la pena publicarlos!».