He aquí a «la Mistral comadre y recadera, mujer vieja y criolla, juguetona: ese es su mal y su bien». Así mismísimo se define muy impersonal pero personalmente la propia Gabriela Mistral, revelando en recreadora frase epistolar ese «ser yo» sin miramiento alguno, a no ser su siempre ver y sentir y pensar libertariamente el mundo. Frase reveladora en su temperamento y pasión humana y que bien viene a dar testimonio de escritura en estas dispersas páginas de varia lección, perdidas u olvidadas en su tiempo tan ayer como tan hoy. Simplemente, una Gabriela Mistral sin aureola ni leyenda, en su mujerío muy listo, en su donosa manera de contar lo suyo muy suyo, en su resuelto acercamiento al prójimo-lector, en sus cotidianos vivires, mañosidades y contradicciones o en sus hallazgos, albricias y ternuras y, en fin, en la singularidad prodigiosa de sus motivadores temas, siempre urgidos de vigencia y contemporaneidad. Sentido y espíritu en estas páginas relecturales de sorprendente, visionaria y admirativa escritura, sin otra estricta y ceñida necesidad en ella de hablar su español-elquino más legítimo y entrañable. De su mucho saudade de mundo, la «comadre y recadera» que Gabriela Mistral fue, escribirá no pocas cartas ?su vivencialidad plena? y no pocos recados ?su originalidad tipificadora de escritura? que conllevan el tono más suyo y más frecuente: su dejo rural en el que vivió y nos sigue buenamente viviendo: Aquí estoy si acaso me ven, / y lo mismo si no vieran. Jaime Quezada.