A lo largo de una trama que discurre con la precisión de un mecanismo de relojería, la autora perfila una galería de personajes que conforman un perfecto y sutil retrato de la época: las peripecias de una dama empeñada en casar a sus hijas con el mejor partido de la región, los vaivenes sentimentales de las hermanas, el oportunismo de un clérigo adulador... El trazado de los caracteres y el análisis de las relaciones humanas sometidas a un rígido código de costumbres, elementos esenciales de la narrativa de la autora, alcanzan en esta obra cotas de maestría insuperable.
«Pero mi locura no ha sido el amor sino la vanidad.»