En la última década los estudios sobre la presencia y proyección de los vascos en el exterior, entendiendo este término de un modo amplio, han experimentado una interesante evolución. Junto al aumento, modesto aunque no por ello desdeñable, del número de investigaciones realizadas tanto en el propio País Vasco como en las sociedades donde llegaron, se asentaron y actuaron numerosos vascos, se ha producido igualmente un progresivo desarrollo de los campos temáticos abordados por dichas investigaciones. Así, frente a la tendencia dominante décadas atrás, en la que este tipo de temáticas se englobaba bajo el significativo, y reduccionista, título de emigración vasca, hoy asistimos a una auténtica diversificación epistemológica, metodológica, cronológica e incluso temática, en la que han accedido al estudio de las cuestiones ligadas a las migraciones y sus consecuencias, antaño reservadas a los demógrafos, investigadores procedentes de la historia social, económica, política, cultural, e incluso de otras ciencias como la sociología, la antropología o la filología.
En esta obra abordamos una serie de reflexiones en torno a la formación de las colectividades vascas en el exterior en una perspectiva de larga duración, desde el temprano siglo XVI hasta los albores del siglo XXI. Los vascos, como otros muchos pueblos emigrantes del pasado y del presente, presentaron una gran tendencia a mostrarse ante las sociedades que los acogieron de un modo colectivo, adoptando una identidad peculiar que permeaba a todos los procedentes de un mismo origen geográfico y cultural. Estas identidades colectivas, así generadas, descansaban en dos pilares: una organización interna, nucleada en torno a la aparición de instituciones que, si bien nunca acogieron en su seno a la totalidad de los inmigrantes vascos en un espacio determinado, sí que, por lo menos, vinieron a usufructuar la interlocución entre sociedad de acogida y grupo inmigrante.