Si los diferentes santos de la Iglesia han destacado por su caridad, su
ciencia o su pobreza, San Juan de Ávila (1499-1569) brilló por todas las
virtudes, como un santo del equilibrio espiritual. Maestro de san Ignacio de
Loyola, san Juan de Dios o santa Teresa de Jesús, fue también padre espiritual
de numerosos sacerdotes y laicos, brillante predicador y humilde trabajador de
la Iglesia católica. Intervino en el Concilio de Trento (1545-1563), enviando
documentos decisivos para la reforma del sacerdocio católico.Estas páginas
destilan su rica teología, pero no separada de la vida corriente: san Juan de
Ávila gozó de un gran sentido común y conocimiento de la psicología humana.