Este libro cuenta, en primera persona, la experiencia que vive una familia cuando a uno de sus miembros (un adolescente) le diagnostican un tumor cerebral.
Los sentimientos que surgen, las nuevas rutinas que aparecen, las reflexiones que provoca una situación extrema, se reflejan aquí, mostrando como principal enseñanza que nunca, nunca hay que rendirse en la vida, sea cual sea la situación por la que pasemos.
La fuerza con la que necesariamente tenemos que afrontar lo que se nos presenta es la que logrará que alcancemos cualquier meta.
No es un libro lleno de dolor y amargura (aunque muchas veces se camina por la oscuridad más desoladora) sino que la esperanza y el valor llenan sus textos.
No es un libro de desencanto y derrota sino de ilusión y constancia.
Es un libro de amor suficiente como para transitar juntos por cualquier camino que se abra ante nosotros: en este caso por el mundo del cáncer pediátrico.