Pero, ¿qué utilidad tiene la mitología económica? ¿Qué espera la política cuando se somete a ella? Seguramente, adquirir una autoridad que se le escurre cada vez más entre los dedos. La economía impone lo que los gobernantes son ya incapaces de imponer por la fuerza o la persuasión. La retórica económica dice a los ciudadanos «hay que», «es preciso», sustituyendo a una política cuyas palabras ya no convencen. En resumen: da la seguridad reconfortante de que existe una solución para la complejidad real del mundo social.
La economía mitológica, florilegio de cuentos y leyendas para uso social, contamina el debate público. Pero también envenena el espíritu democrático. Este opúsculo aspira a inmunizar a los ciudadanos contra las mistificaciones económicas y a despojar a las políticas de su mortífero hechizo.