El gran avance efectuado en las dos últimas décadas en la formación dento del campo del manejo de la vía aérea por parte de los especialistas en Anestesiología y Reanimación es innegable. Múltiples estudios y publicaciones ponen de manifiesto que, pese a este desarrollo formativo y tecnológico, la vía aérea difícil sigue constituyendo, si no el mayor desafío, un reto diario de nuestra actividad, ya que la morbi-mortallidad asociada a las prácticas anestésicas sigue relacionada en un elevado porcentaje a un correcto y adecuado manejo de la vía aérea. Cerca de un tercio de todos los resultados adversos de la anestesia se deben a problemas respiratorios y de forma semejante, también el 33% de las muertes post-anestésicas son consecuencia de problemas relacionados con el manejo de la vía aérea cuyo peor escenario es la imposibilidad de intubar y/o ventilar una vía aérea difícil. Además, en el 76% de los casos, se considera que el procedimiento seguido no es el adecuado y se atribuye este déficit a una formación inadecuada. El control de la vía aérea es el componente primordial de las técnicas de anestesia general y de reanimación cardiopulmonar. Múltiples programas de formación lo contemplan, pero su enseñanza sigue siendo diferente y dispar dependiendo de múltiples variables: formación personal y del grupo de trabajo, así como el material disponible en cada centro de trabajo. La introducción continua de materiales como los nuevos dispositivos supraglóticos, videoloaringoscopios y la intubación asistida por fiobrobroncoscopio, así como la publicación y desarrollo por parte de múltiples sociedades científicas de Anestesiología de nuevos algoritmos de actuación han aumentado también la complejidad del aprendizaje. Aunque afortunadamente el final de la actuación sobre la vía aérea es un momento satisfactorio, el descenso del tono del pulsioxímetro continua siendo uno de los momentos más estresantes que puede afrontar cualquier anestesiólogo.