Un secuestro sucede con la velocidad de un rayo. Sin saber cómo, todo acontece: el lugar desconocido, la voz inhóspita que habla, un olor penetrante y extraño.
Isabella Carmichael es encontrada inconsciente cerca del lago Big Bear, en California, y no recuerda cómo ha llegado hasta allí. Le informan que ha sido víctima de un rapto, pero ella no puede acordarse. Cuatro años más tarde, sin embargo, es su captor el que no está dispuesto a olvidar.
Ha asesinado a dos mujeres, cuando a Isabella la contactan con los detalles del caso. Las fotos que le muestran son un espejo macabro: las víctimas se le parecen, llevan la misma ropa que ella el día de su secuestro, el mismo peinado. El criminal las tatúa con un nudo celta, al igual que la tatuó a ella. Esparce pétalos de nomeolvides en la escena del crimen.
El asesino quiere hablarle, quiere obligarla a recordar. La acosa, la rodea, la persigue a través de sus víctimas. Cuando, en la radio que Isabella escucha siempre, alguien le dedica una canción que dice: "Te enviaré nomeolvides para ayudarte a recordar", sabe que el cerco de su pasado se ha cerrado sobre ella.