Aspiraban el olor milenario de los pinos y la acre dulzura del mar mientras aguardaban a que lo desconocido se abriera ante ellos.
-Imaginad que os alejáis. Que atravesáis planetas y galaxias y entráis en un mundo donde los cuatro hemos nacido en parecidas fechas prosiguió Iván, firme, seguro, descansando el peso de su cuerpo en un elegante bastón.
¡Los cuatro con la misma edad!, pensó Silvia. ¿Se mantendrían entonces las mismas parejas? Tal vez se iría a pique el amor que David y ella acababan de declararse. O se rompería la apasionada y, sin embargo, ambigua relación que habían establecido Iván y Rada... Claro, si lograban pasar al otro lado del espejo, lo cual, en su opinión, era simplemente imposible. Sin duda, todo aquello era un mero juego. Y es que, dentro de Iván, seguía existiendo un niño provocador y travieso, un niño deseoso de sumir a los demás en imaginarias y locas aventuras. Aventuras, eso sí, que tanto ella como David y Rada, se morían de ganas por compartir. Las excentricidades de Iván habían añadido un extraño aliciente a sus vidas. ¡Y ésta era la consecuencia!.
Este viaje en el tiempo, lleno de peripecias, maravillas y descubrimientos, es, a la par, un viaje al amor, ya que las circunstancias a que deben enfrentarse los personajes borran los límites y seguridades tradicionales para conducirlos a la esencia desnuda de sus sentimientos. Con un intenso suspense que nos obliga a devorar página tras página, y una gran sencillez formal, El amor y el tiempo renueva la narrativa española mediante un original ensamblaje entre la verdad aparente y la verdad profunda del universo.