En No hay burlas con el amor (1637), Calderón muestra que un criado padece y sufre las mismas pasiones que un noble, y plantea el problema de la educación de la mujer. Para Calderón ridiculiza las pretensiones intelectualas de las mujeres y afirma que la educación de la mujer debe atenerse sólo a lo relativo a las cuestiones domésticas.