Los primeros humanistas fueron los indígenas, con sus particulares modos de
relacionarse en forma armónica con su entorno natural y también con sus
emociones y creencias, respetuosas del ser humano y sus procesos. No es casual
que la autora, terapeuta innata, autodidacta y perteneciente a la estirpe de
las mujeres que dejan huella, se sintiera tan a gusto viviendo entre los
navajos, los hopis y otras tribus estadounidenses, entre los cuales llega a
importantes introvisiones, que logra transmitir en este libro, sobre el río de
la vida, siguiendo su curso natural y confiando en sus aguas.