Los dos pilares sobre los que hasta hoy se construía linealmente la identidad humana, amor y trabajo, han dejado de ser firmes y estables para hacerse fugaces y precarios. Sin embargo, las generaciones recientes se están adaptando con éxito a las complejas biografías que improvisan, abriendo itinerarios alternativos y aprendiendo a reconstruir a cada paso su cambiante identidad. De este modo se hilvanan nuevos relatos vitales, más discontinuos y sincopados pero a la vez más libres, abiertos y plurales.