El presente libro, último hasta el momento del poeta granadino Miguel Ávila Cabezas, se titula, como han podido comprobar, Música para indigentes, y está constituido por un total de 49 poemas y «Siete haikus de junio», que suponen un itinerario de auto-indagación entre el inicio artificialmente popular de «Rima vieja» y el final ambiguo que ofrece «De ida y vuelta». Y me permito señalar estos datos aparentemente obvios porque estamos ante una obra redonda, meditada en su estructuración y aún más en su ejecución, en su desarrollo, en su reescritura y su corrección, que ha derivado en un tono coloquial pero sabio, de ritmo sencillo y libre, despojado de falsos lirismos y sostenido sobre una concreción temática que se acerca al aforismo. Nos hallamos, por lo tanto, ante un libro que, como buen compendio de sentencias, deja poco espacio para lo accesorio, e incluso su título y su orden no son circunstanciales sino, bien al contrario, contienen una serie de confidencias que intentaremos dilucidar en este prólogo: ya el nombre del poemario resulta suficientemente significativo como para detenernos en él, pues está compuesto por dos conceptos que tendrán una vital importancia en el desarrollo del libro: la música y la preocupación social.