El hombre se inserta en el mundo con gestos manuales que tienen funciones sociales y religiosas. Las manos son su instrumento más útil no sólo para vivir en el mundo material sino para manifestar su ser más íntimo y conocer el mundo del Espíritu.
En este contexto los ademanes rituales juegan un papel muy valioso, y de éstos los más elaborados en la historia de la religiosidad son los hindúes y budistas llamados mudras. Como un lenguaje sagrado se utilizan extensamente en el ritual, en la danza, el drama y la meditación.
Esta obra nos da una imagen muy completa de los mudras como parte el contacto del hombre con la realidad trascendental.
Como llave para controlar fuerzas cósmicas, los mudras ayudan a armonizar cuerpo y mente con la energía universal; de esta forma, constituyen también un grandioso medio de equilibrio emocional y promoción de la salud.
Cada mudra es expresión del ritmo cósmico, un principio activo que impulsa el despertar de nuestras potencialidades espirituales.
Los mudras son un sello, una huella que las manos dejan en el espacio, testimoniando un encuentro entre materia y espíritu, hombre y divinidad.
Como parte de una disciplina espiritual, las manos adquieren un gran poder cuando logran despertar nuestras potencialidades y unirlas con la energía universal. Por esto los mudras deben realizarse con plena conciencia de su fuerza y su significado. Así podremos activar y aprovechar -para nuestro beneficio y el de los demás- esa fuerza oculta.
En este frenético, abierto mundo actual, los mudras tienen una importante función que cumplir: ayudarnos a hacer de nuestras manos y de toda nuestra parte física un eficaz instrumento de liberación y de construcción de un mejor lugar para vivir.