Argumento de Montilla, de Emigrante a Presidente
C uando me acerqué a la Generalitat para iniciar mis primeros contactos, con vistas a elaborar una biografía sobre el presidente Montilla, tardaron bien poco en decirme que el Presidente no tenía una vida tan vistosa y generosa como para escribirle una biografía que, cuando menos, ambicionara la generosidad de ser vistosa. Las sombras del desastre comunicativo algo así como las bases ineludibles que debe tener todo diálogo, tardaron bien poco en pasarme por la cabeza como si fueran negros pajarracos de mal agüero. Cual delito cometido sin saberlo, me preguntaba: ¿qué he hecho mal?
Luego, me acordé de una frase que, al leerla, me impactó tanto que estuve al borde de un ataque de nervios, considerando la posibilidad de abandonar este proyecto biográfico.
La frase en cuestión, escrita por Agustí Fancelli en su reportaje, "El catalán que nació en Iznájar", publicado en El País esa que estuvo a punto de llevarme al borde de un ataque de nervios, decía lo siguiente: "Para desesperación de sus futuros biógrafos, no asoma ni rastro de trascendencia épica en su relato vital. La discreción catalana".
Después de todo, hay un refrán francés que reza lo siguiente: "La gente feliz... no tiene historia"».
La realidad ha demostrado que los miedos del autor eran infundados: la gente feliz «también» tiene historia, y muy intensa; y es así porque no existe ningún ser inteligente que sea totalmente feliz. Así, esta biografía es la crónica de una emigración anunciada; la triste y dura emigración de los andaluces a Cataluña en los años 60 y 70, con sus luces y sus sombras. Montilla ha sido un prototipo de esta emigración, con la diferencia sobre otros emigrantes de que él ha llegado a la cumbre del poder en su país de adopción: la presidencia de Cataluña. Pero esto ha sido no sin grandes esfuerzos y sacrificios.0