Argumento de Miel de Acacias
"Se acababan de llevar a mi hija. Yo me había quedado en el apartamento. Es mejor que te quedes me había dicho Pablo. Lo dejé ir, haciéndose el valiente, aunque sabía que estaba tan roto como yo misma, o acaso más. Él es así, todo se lo guarda, se traga el dolor sin un mal gesto, sólo con un leve fruncimiento del ceño. Su frente estaba surcada de arrugas, me di cuenta entonces. Recuerdo cuando se inclinaba junto a mi cama, también fruncía la frente mientras yo me agarraba a su jersey a cada nueva contracción, perdí el sentido y fue él quien primero la cogió en brazos. Es nuestra niña, me desperté oyendo su voz e hice un esfuerzo por abrir los ojos para ver a aquella diminuta criatura con los ojos obstinadamente cerrados. Deambulé por el apartamento. No quería entrar en la habitación de mi hija Laura, y al mismo tiempo me moría de ganas por hacerlo. Me quedaré en mi cuarto, me dije. Junto al escritorio frente a la ventana, entre libros y papeles. Oyendo el mar con los ojos cerrados mientras sentía el aire empapado de salitre entrar en mi garganta. Me escocían los ojos, y tenía un regusto amargo de sal en la boca. Sobre la mesa estaba mi último libro casi terminado. Ahora no sé si podré concluirlo alguna vez. Quizás lo haga, por mí."1