El miedo ha dejado de ser exclusivamente una emoción individual para elevarse a la categoría de construcción social, su difusión y propagación se ha convertido en una de las bases del control social actual. En las sociedades occidentales el sentimiento de inseguridad está presente a lo largo y ancho de nuestra vida cotidiana, esta expresión ha pasado de ser una consecuencia afectiva frente a una situación de supuesta peligrosidad para convertirse en uno de los principios integradores que componen la predisposición de los individuos a la hora de tomar sus propias decisiones. El aumento del control y la seguridad injustificada está originando ambientes de tensión propensos a generar conflictos. Pero además de generar riesgos, el miedo también es uno de los medios de control y protección para aquellas instituciones que lo difunden. Es la gestión de esta inseguridad, una de las principales claves que justifica la mayoría de las políticas conservadoras. La asimilación de este sentimiento de inseguridad por parte de la opinión pública, conlleva conformidad, retraimiento y asentimiento social. Desde el temor al prójimo hasta la justificación los ataques militares, el miedo ha invadido nuestra forma de actuar, de pensar y a fin de cuentas de vivir. Esta realidad se ha pretendido retratar en este número, a través de la diversidad de enfoques por parte de unos autores, que apuntan a muchos de los enclaves del control social, la inseguridad y el miedo en nuestra sociedad. El análisis del origen de los conflictos, la industrialización del control social, la revisión del derecho penal, la exclusión en las instituciones sociales y las incertidumbres socioeconómicas son algunas de las temáticas que aportan una visión holística de los entramados generadores de las conductas reactivas producidas en los distintos entornos de nuestra sociedad. En este número podemos encontrar una propuesta firme en crítica al endurecimiento de los centros penitenciarios y de internamiento, a la rigidez y dureza del derecho penal, a los controles habituales de los ?colectivos peligrosos? y al discurso reaccionario de las políticas del miedo emitido por los representantes de los mecanismos de poder. Todo ello con el objetivo de aportar y apoyar la recuperación de los valores propios de una sociedad democrática.