MITAD DE MÍ
Llámame infeliz por haber parido muerte, por haberle permitido a la nada refugiarse en mi vientre: nuencia que destierra, que aniquila a lo que más se quiere. Llámame así mientras separo mis yemas en dos con el filo del papel, mientras deslizo suavemente esa navaja y veo cómo empiezan a vestirse mis dedos de carmesí. Gota tras gota recuerdo la noche en que terminé de abrirme, expulsándome en ese cuerpo vacío, inmaduro. Parto inducido en el silencio. Mudos para siempre los cinco meses: gestación sin frutos. Noche que me trajo el día que lo supe inmóvil, envuelto en humo. Entonces mi llanto, ahogado como ahora, como en aquella madrugada cuando se decidió cremarlo junto con esto y eso para contenerlo en un pequeño frasco. Mezcla de cenizas exhibida sobre la repisa, que espera nazca vivo el pequeño hermano que se mueve, se acomoda dentro, temeroso d