Y eso justamente es lo que este libro viene a desmentir. El autor aboga por poner en valor la sabiduría práctica de las familias. Se trata de aprender de nuestros aciertos y de nuestros fracasos y, sobre todo, tener la seguridad de que pase lo que pase, nada hay más importante que el amor mutuo.
En definitiva, un libro que evita aconsejar y aleccionar y que con buen humor y un punto de ironía pretende invitar a la reflexión sobre el arte de la educación, desde los pequeños hábitos hasta los principios morales. Se trata de aprender a preocuparse menos para poder instruir mejor.