Antonio Gil ha hecho de la dualidad de su condición de sacerdote y periodista el santo y seña de su vida y obra. El arte de la comunicación, la poesía y su talento como escritor, tanto en el ámbito del humanismo cristiano como en el de la más candente actualidad, son las armas con las que ha tejido ese binomio vital.
Con lenguaje ágil, en mensajes actuales y trascendentales, nos sumerge, nos hace pensar y nos da las claves para temas como la búsqueda de Dios; la muerte de Dios en el mundo actual y sus consecuencias; la necesidad del diálogo y del entendimiento; la alegría de vivir; la escucha del corazón; la luz con la que alumbra el periodismo; la conciencia cívica y la conciencia crítica; la tiranía del laicismo; los riesgos del relativismo; la belleza de la amistad.
Todos albergamos una dualidad en nuestras vidas que es bueno se entremezcle. Todos debemos tener algo de periodistas, no abstraernos de la realidad que nos rodea y preguntarnos, como en los viejos manuales de periodismo, qué pasa, por qué pasa y por qué no pasa lo que debería de pasar. Y todos debemos tener algo de poetas, para poner música, horizontes, alegría y corazón a nuestras vidas.