El autor pretende plasmar una especie de status quaestionis sobre esos asuntos, añadiendo reflexiones y aportaciones personales en hondura y buscando trasladar al lector el cúmulo de sensaciones, dudas, inquietudes y esperanzas que sobre los mismos pueblan su mente. No en balde, hace suyo el pensamiento de san Agustín: «Quaestio mihi factus sum» («me he convertido en un problema para mí mismo»).