Sucede en París, dos historias de amor. Pasarela, picaronas modelos de alta costura. Cínicos playboys. Y a mucho kilómetros el inmenso mar con sus grandiosas playas, como dice una de mis protagonistas. Lo malo que tienen las playas es que no puedes distinguir a los millonarios. En bañador todos son iguales, animales inmundos con el pito tapado con esos tangas que usan los sinvergüenzas, lo mismo que un sujetador femenino, que les levantan el paquete y así parece que lo tienen más abultado, más abundante.