Al mismo tiempo, junto a su marido, Luis san Martín Adeva, trabajó para mejorar la situación de los niños más desvalidos y marginados desde el Tribunal Tutelar de Menores y otros organismos oficiales e impulsando iniciativas privadas con el mismo fin.
En 1928 estuvo entre los promotores de la fallida Agrupación Liberal socialista y en 1931 ingresó con su marido en el PSOE, en cuyas filas siguió batallando por sus convicciones.
Por otra parte, dada su acreditada capacidad y experiencia en cuestiones sociales y humanitarias, en 1935-1936 y 1937-1938, fue delegada de España en la Comisión Consultiva de Cuestiones Sociales y Humanitarias de la Sociedad de Naciones.
Durante la Guerra Civil, en la que formó parte de la Asociación de Mujeres Antifascistas, estuvo comprometida hasta el final con el Gobierno de la República.
En su última etapa, ya en el exilio, se dedicó fundamentalmente a la formación de educadora en chile, donde su figura goza de un reconocido prestigio por sus aportaciones en ese campo.