Cuando Isabel recordaba los primeros tiempos de su niñez, se invadía de una gran felicidad. Fueron unos años dichosos que no dudaba en calificarlos como cimientos de su existencia. Pensaba que, verdaderamente, aquellos años influyeron positivamente en su personalidad, casi se la forjaron, y aunque después le llegaron tiempos difíciles y oscuros, aquella época fue siempre su bastión para no desfallecer.