Argumento de Mapa Callejero
En estas crónicas hay 'ese olor a sexo que desmaya', como escribía Perlongher. Son las de un deseo caminado donde la ciudad ya no es el mercado de signos de una modernidad siempre a conseguir, ni el museo de 'lo nuestro' como invención populista, sino un gran stock de cuerpos disponibles que se desvisten con la mirada o con los que se intercambian códigos de hombre a hombre. Para hacer esta antología José Quiroga no busca evidencias; más allá del periodo de las homosexualidades sonoras y orgullosas, su olfato lo lleva a leer entre líneas, a espiar por la cerradura del clóset de la metáfora o el medio decir, para identificar tras la figura del señor de Aretal al alocado Porfirio Barba-Jacob, sugerir en la descripción que el Dr. Romay hace de 'su' hermafrodita una pasión que se excede, mostrar que Sarmiento no ha encontrado en la isla de Juan Fernández los despojos de la cabaña de Robinson sino una sociedad masculina organizada en parejas que disfrutan un hogar dulce hogar.1