La Alquimia constituye una de las ciencias espirituales más extraordinarias y singulares que existen, una ciencia capaz de unificar a individuos de distinto temperamento y trayectoria, al margen de sus creencias personales y de su origen y condición.
La Alquimia tradicionalmente quiere lograr la transmutación de los metales en oro y la búsqueda de la panacea, un remedio capaz de curar todos los males físicos y de prolongar la vida, por encima de los frutos de naturaleza espiritual. Sin embargo, el verdadero sentido oculto y simbólico de la Alquimia va más allá del plano físico, vinculándose en cambio al plano trascendental, ya que, como es sostenido por los alquimistas birmanos, su meta se centra en la purificación y transformación de las imperfecciones mentales para el logro de la realización interna. De hecho, alcanzar la Iluminación constituye el verdadero propósito perseguido por los alquimistas genuinos que, en su trabajo con la fusión del metal sobre el fuego, buscan la aniquilación de su ignorancia y la conquista de la sabiduría suprema.