«Después de siete años de silencio, he tomado la decisión de hablar a cara descubierta para denunciar la miseria animal y el sufrimiento humano. Para afrontarlos mejor, he filmado unas imágenes que me producen pesadillas. Rodadas en mi lugar de trabajo y confiadas a una asociación de protección animal, han dado la vuelta al mundo. Muestran decenas de fetos listos para nacer que son arrojados a la basura como vulgares deshechos. La mayor granja del mundo recurre a ello, por razones de productividad, sin tener en cuenta el sentido común y la decencia. Este es mi testimonio. El testimonio de un largo descenso a los infiernos, seguido de una lenta reconstrucción. Es un relato duro, tal vez, pero necesario. No podemos ignorar durante más tiempo todo el sufrimiento que contienen nuestros platos.»