Cercana a los cien años, en la quietud de su casa frente al Mediterráneo, Sole espera una muerte que desea y no llega, mientras recuerda su historia de amor con Ignacio y la entrañable amistad de tres mujeres, Pilar, Rocío y Bea. Los tiestos de geranios rojos de su terraza son los testigos mudos de su narración, donde el recuerdo de los escenarios en que vivió, claro y limpio en su mente a pesar de su avanzada edad, se funde con la memoria de las personas que quiso y que la quisieron.