Madrid fue testigo del nacimieto de un género teatral, la revista, que reflejó a la perfección el acontecer diario de un pueblo, de su cultura, de sus tipos, en definitiva, de su propia idiosincrasia, configurándolo y dándole forma hasta llegar a dotarlo de las características peculiares que lo hicieron célebre y lo encumbraron al Olimpo de las plateas españolas.