El lector se verá enfrentado -de manera poco habitual- a un mundo sacudido por las contradicciones. El autor fuerza a preguntarse por el sentido de la "normalidad" y va deconstruyendo una a una las coartadas en torno a lo que hoy significa construir una identidad de género.
Es inevitable experimentar, junto con el autor,el vértigo que produce adentarse en las aguas profundas de la cultura de la violencia sin el recurso fácil de apelar a las imágenes conocidas o naturalizadas;por el contrario, los protagonistas de este libro son seres que de entrada no se asumen violentos y es ese uno de los principales méritos de esta imprescindible etnografía: reconstruir la trama sutil que vuelve difusos los límites entre lo violento y lo no violento.
No hay juicios, no hay diagnósticos, hay una densa y profunda descripción, un fino análisis de los dispositivos a través de los cuales nos producimos como actores sociales.