Fue un gran materialista científico enfangado en seudocientíficas teorías racistas, que abandonó en sus últimos años, volviéndose una especie de demócrata liberal. Se consideraba un caballero victoriano que escribía por puro placer, pero su falta de recursos económicos lo llevó a ganarse la vida penosamente haciendo correcciones y revisiones de estilo para literatos de ínfima categoría, manteniendo además una abrumadora correspondencia de no menos de 100.000 cartas -una cifra nada desdeñable para un aristócrata que cultiva una estudiada pose de tedio e indolencia-. El estudio biográfico de Sprague de Camp narra de forma fascinante los extraños hábitos de Lovecraft, su tragicómica carrera literaria y conyugal, su decisivo papel en el origen del fandom de ciencia ficción y de terror, y cómo sus pesadillas, sueños y neurosis llegaron a entremezclarse con el hilo narrativo de sus historias, contribuyendo a cimentar la leyenda que surgió después de su muerte.