?No puedes pedirme eso ?se quejó el genio. ?Ya lo he hecho ?El sabio chino se volvió lentamente y dando pasos muy cortos y rápidos se alejó del lugar en el que había mantenido la conversación con Maftes. ?¡Pensaba que sentías cierta estima hacia mí! ?gritó el genio para hacerse oír. Maftes vio cómo el sabio chino paraba sus pasos y ladeaba la cabeza hacia el lado izquierdo. Lo conocía bien, sabía que esa era la postura que adoptaba para reflexionar. Tardó menos en contestar de lo que Maftes esperaba. Lo hizo desde el sitio en el que se encontraba. De espaldas al genio. ?Querido Maftes, no entiendo tu pronta ofuscación. Suerte buena, suerte mala, nunca se sabe. ?No es cuestión de suerte. Tu último deseo es una eterna condena a trabajos forzados ?replicó el genio?. Nunca podré ser libre ?dijo lastimosamente. ?Qué desagradecido eres. No te lo tomaré en cuenta.