Gil Craviotto, el autor de esta obra, echa mano a la vieja argucia ya empleada, entre otros, por Cervantes, del libro escrito por otro. En este caso, el alter ego es Juan Español que, según nota introductoria, él conoció en París. A su muerte, Juan le dejó, entre otras herencias, estos papeles divididos en dos carpetas. La primera corresponde a la infancia y la segunda a la adolescencia de su autor. El lector tiene en sus manos el libro que integra la primera carpeta. En ella Juan Español, después de hablarnos de su pueblo y su casa, va pergeñando sus recuerdos de infancia. Unas veces se muestra evocador y cargado de lirismo, otras decididamente crítico y denunciador y casi siempre con una chispa de ironía y humor, que en ocasiones llevan a la carcajada.
A través de esta obra el lector se adentra en aquella España, rural y enlutada, que siguió a la Guerra Civil: misas, procesiones, sermones, cacicadas y escenas de picaresca se suceden. Para los que vivieron aquellos años, estas memorias serán la evocación de una época que también fue la suya; para los más jóvenes, el descubrimiento de un mundo ya para siempre desaparecido. Un estilo llano y asequible a todo tipo de lector es otro de los alicientes de este libro.