Los niños tontos es un libro sobre la infancia, que es la época más importante de la vida de cualquiera, la más rica en experiencias, descubrimientos y sensaciones. Se puede decir con razón que de adultos somos las personas que somos porque hemos vivido una infancia más dura o más amable. Las veintiuna historias brevísimas que contiene este libro son como las vidas brevísimas de estos veintiún niños y niñas que nunca crecieron y que se quedaron para toda la eternidad con esas caras y esos cuerpos estrenados en la infancia.
El ilustrador Javier Olivares ha retratado caras y cuerpos, luces y sombras, y algunas otras cosas que no se ven, para que las personas mayores nos acordemos de que tuvimos otra vida muy distinta, una vida tonta, hace no mucho tiempo, y para que las personas pequeñas sepan que las cosas que les pasan y piensan ahora las han pensado y vivido otros antes, mejor o peor pero no menos intensamente.
EL NIÑO DEL CAZADOR
El niño del cazador iba todos los días a la montaña, detrás de su padre, con el zurrón y el pan. A la noche volvían, con cinturones de palomas y liebres, con las piernas salpicadas de gotitas rojas, que, poco a poco, se volvían negras. El niño del cazador esperaba en el chozo de ramas, oía los tiros y los contaba en voz baja. A la noche, tropezando con las piedras, sentía los picos de las palomas, de las perdices y las codornices, de los tordos, martilleando sus rodillas. El niño del cazador soñaba hasta el alba en cacerías con escopetas y con perros. Una noche de gran luna, el niño del cazador robó la escopeta y se fue en busca de los árboles, camino arriba. El niño cazó todas las estrellas de la noche, las alondras blancas, las liebres azules, las palomas verdes, las hojas doradas y el viento puntiagudo. Cazó el miedo, el frío, la oscuridad. Cuando le bajaron, en la aurora, la madre vio que el rocío de la madrugada, vuelto rojo como vino, salpicaba las rodillas blancas del tonto niño cazador.
(Ana María Matute)